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ESPIRITUALIDAD

Creemos en Jesús como Mesías, es decir el Cristo, ungido del Padre (cfr. Mt. 16,16) con la misma fe de Pedro.
Creemos en Jsús como único salvador (Hch 1,11-12).

Lo proclamamos con toda la iglesia como verdadero Dios y verdadero hombre (cfr. Jn 1, 1.4).

LA IGLESIA

¡Somos la Iglesia del Señor!
Somos parte de la Iglesia Católica
Somos parte de la Arquidiócesis de San Salvador
Somos la Parroquia de Cristo Redentor

Es decir, somos el grupo de creyentes en Jesús, reunidos en este lugar para escuchar su Palabra, celebrar la Eucaristía y servir con humildad a los hermanos.

VIRGEN MARÍA

Unidos a la Iglesia en todo el mundo, en la Parroquia “veneramos a la Virgen María, Madre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor” (cfr Lc. 1, 26 ss y 2, 1 ss) (Plegaria Eucarística I) A Ella la llamamos “bienaventurada”, según su propia profecía (cfr Lc. 1, 4 8) y llenos del Espíritu Santo le repetimos: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre... Dichosa Tu que has creído ...! (Lc 1, 42-45)

FORMACIÓN

En la Parroquia hemos hecho una opción por la formación cristiana. En la Iglesia se entiende la formación como el ir haciéndose capaz la persona en todas sus dimensiones de responder con fidelidad a la voluntad de Dios.

No es, por lo tanto, cuestión académica o intelectual, sino vital, integral.

ENCUENTRA TU FE

“Por eso doblo las rodillas ante el Padre, de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra. Que él se digne según la riqueza de su gloria fortalecerlos internamente con el Espíritu, que Cristo habite en sus corazones por la fe, que estén arraigados y cimentados en el amor, de modo que logren comprender, junto con todos los consagrados, la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, en una palabra, que conozcan el amor de Cristo, que supera todo conocimiento. Así serán colmados de la plenitud de Dios.
Aquel que, actuando eficazmente en nosotros, puede realizar muchísimo más de lo que pedimos o pensamos reciba de la Iglesia y de Cristo Jesús la gloria en todas las generaciones por los siglos de los siglos. Amén.” (Ef 3, 14-19).

 

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